Sobredosis de TV (o «colocones» de ficción)

Esta semana me he expuesto a más contenidos audiovisuales de lo que acostumbro. Y, también fuera de lo habitual (decisión consciente, o al menos eso es lo que dice mi inconsciente), un gran porcentaje ha sido violento. Mucho de lo que he visto estaba pendiente hace tiempo o ha caído por sorpresa… Nunca está de más ponerse al día. Sin embargo, este exceso de violencia me llevó de vuelta al análisis que hacíamos con mi amiga de pie frente a una de las pantallas en la exposición Pantalla Global del CCCB. Y es que no solemos considerar la cantidad de violencia de todo tipo que consumimos.

Lipovetsky y Serroy (2011), en su texto para la exposición, afirman que la historia de las pantallas y de la sociedad cambió cuando comenzó a registrarse la violencia por la violencia (con Peckinpah, Coppola y luego La Naranja Mecánica de Kubrick), la violencia en sí misma como experiencia estética.

Sobre Black Mirror (o qué hacer con tanto recuerdo)

En un post anterior hablé de cómo el uso de plataformas como Facebook ha alterado la relación con nuestros recuerdos. Podríamos ampliar y decir que la capacidad de registrar y conservar es la que provoca el cambio. Con esto no digo que la tecnología en sí misma haga la modificación; nosotros utilizamos los recursos que tengamos a mano para realizar dicho registro desde que el mundo es mundo. Sencillamente hoy tenemos muchas más herramientas disponibles.

Hace (algo más de) un par de años atrás, solía guardar algunas conversaciones de chat para releerlas días después. Por lo general se trataba de cosas agradables que me causaban risa o emoción. En otros casos (a estas alturas pueden considerarme loca perdida), guardaba conversaciones que en el momento me resultaban confusas para poder analizarlas con más calma.

Mis esfuerzos no son diferentes de los de mi abuelo, que guardaba las cartas de sus hermanos y tarjetas que le escribíamos en ocasiones especiales. Tampoco son distintos de los diarios de viaje, las bitácoras, incluso de las pinturas hechas hace siglos… Siempre se intenta el registro de alguna experiencia que nos parece digna de guardar (y poder recrear) en la memoria, o de traspasar como conocimiento a otros. Son un intento de comunicación (con nosotros mismos y con los demás). La diferencia que percibo es que el registro que hoy hacemos no tiene que ver con una experiencia particularmente especial, muchos momentos del día se transforman en situaciones dignas de registro y recuerdo.

¿Qué me hace llegar hasta aquí? El tercer capítulo de la serie británica Black Mirror, propone una ficción tan posible como inquietante: un chip subcutáneo que graba absolutamente todo lo que se percibe, dando acceso a cada detalle de la vida de su poseedor (si prefieres evitar spoilers no leas el siguiente párrafo).

¿Y si todo es ficción? (Notas asustadas sobre identidad y audiovisual)

Desde la lectura de Judith Butler sobre identidad, que tengo pegada la idea de la construcción de sí como una narración colectiva, una historia ficcionada primero por el entorno y luego por la propia persona para la elaboración de un yo coherente. Al revisar nuevos textos desde otras disciplinas (en esta manía de mezclar cosas), esta percepción cobra fuerza: al parecer esa ficción de nosotros mismos es una creación colectiva e inconsciente, que no puede ser vista como algo «real».

La ficción audiovisual, en mi tesis, es observada como un pretexto para dar cuenta de sí en las redes sociales (on/offline, este es otro asunto), para decir algo de sí mismo, para facilitar la conversación y dar paso a la relación, pero ¿qué intentamos mostrar sino otra parte de la misma creación que llevamos la vida entera intentando hacer cuajar?

Si yo ya partía desde una concepción constructivista de todo el problema, ahora resulta que hay más elementos involucrados… ¿Y si todo es ficción? Por un lado me viene bien, es entretenido pensar en los seres humanos al estilo de Vicente Huidobro, como pequeños dioses, pero la cuestión no deja de causarme inseguridades profundas y no sólo por la tesis, he de decir.

Acá dos textos breves para ampliar:

The illusion of the self: an interview with Bruce Hood: http://www.samharris.org/blog/item/the-illusion-of-the-self2

Your storytelling brain (Michael Gazzaniga):  http://bigthink.com/ideas/41940

Ficción audiovisual y estética de texting: prácticas con tecnología al guión

Definitivamente esto da para una tesis. En la webserie española Las Crónicas de Maia, la protagonista vive sus aventuras acompañada de un amigo a quien sólo conoce a través de Internet. Este amigo forma parte de su vida cotidiana y le ayuda a resolver problemas mediante mensajes instantáneos de texto que aparecen en la pantalla.

En el primer capítulo puede apreciarse el vínculo con el personaje «Amigo invisible», que es parte del mundo de la protagonista a través de la pantalla, y desde el segundo ya se integra la estética del móvil como parte de los cuadros.

La serie chilena Soltera Otra Vez también utiliza el mismo recurso, pero los personajes narran el texto a la vez. En ambas producciones, tanto la búsqueda de información como las imágenes compartidas por los personajes a través de sus teléfonos móviles, pasan a formar parte del cuadro recibido por el espectador, incorporando estímulos para la asimilación de mayor cantidad de contenido de la historia.